Hoy Domingo de Resurrección es el día de la celebración por antonomasia, la gran celebración de nuestra fe. Hoy es el día de despertar la ALEGRÍA, de despertar a la VIDA.
Y temeos la Imagen de Silvia para este día que enlaza con las otras que hemos visto los días anteriores. Y nos fijamos en algunos detalles:
- En el centro y difuminado un círculo que evoca un ojo. El ojo nos permite ver. Debemos tener ojos abiertos y atentos para mirar con consciencia lo que hay a nuestro alrededor. ¡Abre los ojos, mira!El dibujo nos da la clave de nuestra fe. Le vemos juntos, hombres, mujeres, todos diferentes y, a la vez, profundamente iguales todos hijos e hijas de Dios.
- Nos ha guiado en la experiencia la valla, la frontera, la exclusión, la muerte. En griego la palabra “simbolón” significa unión, lo contrario es “diabolón”, lo que separa, lo que rompe, lo que excluye. Hoy juntos hacemos que brote el ojo para verlo y cuando le vemos, la valla se rompe, la valla desaparece. Desaparece el “diabolón” y juntos aparece el símbolo y nos coloca delante del sueño de Dios. Entonces le podemos ver
- Nos presenta delante de un Cristo que es diferente a la imagen habitual. Cristo resucitado nos aparece hoy con ropa de calle, porque ahí es donde le tenemos que ver. Ahí es adonde nos manda la resurrección. Ahora, aquí, es el momento de Dios. En la vida cotidiana, ahora, es el momento de la resurrección.
La tradición nos invita a leer las experiencias de resurrección de nuestros hermanos. Nosotros como la comunidad de Lucas nos sentamos y escuchamos a los que vivieron la experiencia (Lc 24, 28-33)
“Cuando ya estaba cerca del pueblo al que ellos iban, él aparentó seguir adelante. Pero ellos le insistieron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque cae la tarde y se termina el día.» Entro entonces para quedarse con ellos. Una vez que estuvo a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él ya había desaparecido. Se dijeron uno al otro: «¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, en ese mismo momento se levantaron para volver a Jerusalén”
Todo está dicho en este fragmento del relato: tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Y en ese momento, por fin, se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Nos dice nuestra comunidad como podemos hacer para verle. Desde los anawin siéntate, parte el pan, comparte el vino y se te abrirán los ojos.
La TRADICIÓN nos dice que resucitar es
Que la VIDA vence a la muerte. En los relatos parece que nos ponemos el acento en que Jesús sufrió una reanimación, que el cadáver de Jesús se vuelve a poner el pie. Pero la resurrección es mucho más. La primera comunidad insiste que vuelve a la vida “al tercer día”. El tercer día nos señala cómo resucita Jesús. Jesús resucita en plenitud, que es lo que significa el 3 en la experiencia judía. Jesús no es un cadáver que se pone de pie. Y no es la plenitud solo de Jesús, sino de la HUMANIDAD. La esperanza que nos mueve es que ese Dios al que decimos “quédate con nosotros porque cae con nosotros” se ha quedado con nosotros y nos promete “la plenitud”. Por eso la esperanza de 2000 años era la esperanza en Dios que nos ofrece la plenitud. Es la plenitud de toda la humanidad pasada, presente y futura. Este es el destino de toda la humanidad. Ni una sola lágrima se ha derramado sin sentido, ni una ha quedado olvidada, nadie ha muerto olvidado por Dios. Esto es lo que significa “tercer día”. El velo del templo se rompe para que aparezca la verdad de Dios. La VIDA vence y vencerá a la muerte. La humanidad vence y vencerá a la inhumanidad.
Por eso decimos que Dios no es un dios de muertos sino de vivos. Y esta frase es un escándalo. Significa que a Dios no se le muere nadie. Cuando hablamos de la comunión de los santos hablamos de que en la vida de Dios todos estamos profundamente unidos. Y a la vez la resurrección nos muestra donde están los ídolos, dónde apostamos nuestra vida. Los ídolos, bíblicamente, son aquello que mata, que no da vida porque ellos están muerteos. Este es el anti-reino. Cuando cambiamos la mirada, cuando no despertamos al Dios de la Vida vemos el anti-reino: el poder, la fama, el egocentrismo, la violencia… y suena en nosotros la llamada de Dios a Caín, a nosotros ¿Dónde está tu hermano? Porque nos estamos yendo hacia los ídolos.
Nuestra esperanza no está en lo que hacemos sino en el Dios que recoge cada lágrima, que no se le muere nada. Esa es la fuente de nuestra esperanza.
Resucitar significa que el de la Cruz es Dios. Al resucitado se llega por la cruz. Si el que resucita es el de la cruz significa que el Reino de Dios es la VERDAD. Que Jesús, que se quedó en Jerusalén sabiendo que se jugaba la vida es el verdadero rostro de Dios. Por eso sin la cruz perdemos el verdadero rostro de Dios. El que se queda, el que suda sangre, pero se queda, aunque sea absurdo, porque no lo hace por qué sino por quien.
Nuestra ESPERANZA está en un Dios radicalmente fiel al que le importamos cada uno de nosotros. El de la Cruz, ese, es la Verdad. Nos dice el Papa Francisco en Fatelli Tutti: “La Verdad si existe y es que todas y todos somos hijos e hijas de Dios. La Verdad es la dignidad de toda persona. La Verdad es que nuestro destino es la fraternidad universal”
Dios reina ¡Ya! Todo el NT está entreverado de la sabiduría del AT. Jesús proclama el sueño de Isaias (Is 25, 6-8)
Hará Yahvé Sebaot a todos los pueblos en este monte un convite de manjares frescos, convite de buenos vinos: manjares de tuétanos y vinos depurados; consumirá en este monte el velo que cubre a todos los pueblos y la cobertura que cubre a todos los pueblos y la cobertura que cubre a todas las gentes; consumirá a la Muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahveh las lágrimas de todos los rostros, y quitará el oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra, porque Yahveh ha hablado.»
Esto se cumple ya. Esto está aquí y esto es lo que nos espera. Esta es la resurrección. Cada vez que enjugamos una lágrima, hay esperanza porque el Reino se hace presente.
Nos ha tocado el Dios de la Vida. Todos en nuestra vida hemos sido mirado por Dios. Nos ha mirado en el desierto y nos ha dicho “Yo seré tu Dios, tú serás mi pueblo”. Hoy el velo se ha rasgado, hoy le podemos ver, cara a cara, hoy sabemos quien es Dios. Cuando resucita a la hija de Jairo y al hijo de la viuda utiliza la misma frase “Talita cumi” “Yo te digo, levántate”. Esta es la llamada de Jesús a la resurrecciónNos dice “Levántate”, esa es la llamada de Jesús a la resurrección “Levánte, sal, despierta”
No hay resurrección sin acción porque no hay vida sin movimiento. Hemos probado el final, hemos tocado el cielo porque estamos tocados por Él y lo celebramos en la mesa compartida.
Pero no todos ven al resucitado. (Jn 20, 24-28)
«Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.» Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros.» Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío.»»
Tomás cuando está solo no ve. Cuando hacemos el cielo Dios está con nosotros. Juntos vemos la VIDA y podemos proclamar “¡Señor mío y Dios mío!” Esto es lo que nos hace vivir a raudales. Juntos nos recordamos el amor de Dios y le vemos vivo y vivo para siempre. Por eso es tan importante tener espacios comunitarios en los que puede aparece Dios, porque si nos reunimos dos o más en su nombre, ahí está él.
Cuando juntos le vemos inmediatamente nos ponemos en camino. Estamos llamados a ser samaritanos. Juntos vemos al hermano caído, nos duelen las vallas. Para vivir la resurrección: mira, hazte cercano y cuida. Eso es hacer el cielo. Sólo así volvemos a Jerusalén, a la vida cotidiana. Volvemos llenos de vida y de fuerza y vamos como un pueblo nuevo llamado a ver juntos y a hacer que otros vean. Somos Iglesia. Ser Iglesia no es una obligación, es una necesidad. Así vemos y hacemos que los demás vean. Unidos también a todas las mujeres y hombres de buena voluntad de todas las culturas y creencias y todos los tiempos.
Hoy estamos llamados a DISFRUTAR el día, a ANUNCIAR que hoy es un gran día y a multiplicar la VIDA que vemos. Por eso la ALEGRÍA es una de las grandes virtudes cristianas. (Jn 21, 1-13)
«Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: «Voy a pescar.» Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo.» Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada. Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?» Le contestaron: «No.» El les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor», se puso el vestido – pues estaba desnudo – y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos. Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. Díceles Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar.» Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. » Jesús les dice: «Venid y comed.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez.»
153 que expresa toda la humanidad en toda su plenitud. (12×12 toda la humanidad y 3×3, en su máxima plenitud)
Pongamos en práctica el cielo y veremos al Señor, vivo y vivo para siempre. Despertemos, pongámonos en marcha sabiendo que María camina con nosotros.