- Hoy es sábado santo, ¿qué significa?
Hoy es Sábado Santo, es un día de espera. Jesús ya no está en la cruz, está en el sepulcro y es María quien acompaña a Jesús y es también quien nos acompaña a nosotros.
Es día para profundizar. Para contemplar. Es el día de la ausencia, de dolor, de reposo, de soledad, de esperanza. El mismo Cristo está callado. Aún está en el ambiente el eco del dolor, la tristeza de la ausencia del maestro, el frío de la muerte, la impiedad, el miedo, la incertidumbre.
Es el día del silencio: la comunidad cristiana vela junto al sepulcro. Callan las campanas y los instrumentos. Es día para profundizar. Para contemplar. El altar está despojado. El sagrario, abierto y vacío. La Cruz sigue entronizada desde ayer. Dios ha muerto. Ha querido vencer con su propio dolor el mal de la humanidad.
- ¿Qué pasó históricamente?
El pueblo esperaba a un guerrero que los liberara del dominio romano con puño de hierro y un ejército numeroso. Sin embargo, cuando vieron que Cristo se dejó crucificar y murió, quedaron tristes y desilusionados. Incluso los discípulos estaban con miedo y debieron decir “Jesús fracasó, volvamos a nuestras tareas ordinarias”.
Incluso las mujeres que estuvieron al pie de la Cruz, van a embalsamar el cuerpo del Señor porque ya lo consideran como a un muerto.
María, en cambio, no fue al sepulcro; no podía creer que la muerta pudiera tener la última palabra. No era en absoluto lo que ella misma había vivido en su propia carne. Su Dios era un Dios de vivos, no de muertos. Era el Dios de la eterna alianza con el ser humano, a pesar de nuestros tropiezos y torpezas.
El Sábado es el día en que experimentamos el vacío. Cuando Jesús estaba vivo, aunque estuviera sufriendo, aunque estuviera moribundo, todavía había un atisbo de esperanza. Ahora ya todo acabó. Todo está en silencio. Todos sus amigos huyen avergonzados, llevaban tres años siguiendo y creyendo que Jesús era Dios, y maldiciendo lo torpes que habían sido creyendo a Jesús. Ahora estaban señalados y sienten una combinación entre miedo, impotencia, decepción… el desaliento reina entre ellos: “nosotros esperábamos…“.
Sólo María esperaba, tenía verdadera esperanza. Hoy lo primero que debemos hacer es no idealizar a María ni idealizar este día. Para María este fue el día más terrible de su vida. Podemos entender que estaría literalmente desecha, agotada, confundida. Su Hijo ya no estaba. Su Hijo murió ayer y murió del modo más cruel. Y Ella lo vio. Ella estuvo ahí.
¿Qué pasaría por la mente de nuestra Señora este sábado en la noche y domingo en la madrugada? Todos los recuerdos se agolparían en su mente: Nazaret, Belén, Egipto, Nazaret de nuevo, Canaán, Jerusalén. Quizá en su corazón revive la muerte de José y la soledad del Hijo con la madre después de la muerte de su esposo…; el día en que Cristo se marchó a la vida pública…, la soledad durante los tres últimos años. Todas estas cosas son las que Ella ha conservado en su corazón.Y María, hoy, sábado santo, vive una soledad que se hace más negra y pesada. Hoy, en la Hora de la Madre, es el día más triste para la Señora… Por eso podemos rezar:
Hoy, en la Hora de la Madre, en este día tan triste para la Señora del hágase en mi según tu Palabra, quiero permanecer en silencio con Ella. Acompañarla. Que sienta mi presencia de hijo. Que juntos esperemos como se cumple la promesa de Jesús. Estar en oración con Ella para ver cómo se cumplirán las promesas de Dios.
Ya está Jesús sellado en el sepulcro. Todos los discípulos han huido. No quiero dispersarme como ellos. Quiero estar al lado de María, unido a la Iglesia, meditando con humildad la Pasión y Muerte de Jesús, su descenso a los infiernos y esperando con el corazón abierto en la oración y en el ayuno su anhelada Resurrección.
Que junto a Ella esta sea una jornada vivida de silencio contemplativo y sentir con ella todas y cada una de las experiencias que María conservaba en su corazón. Estar con Ella, en esa soledad tan llena de fe, de esperanza y de fecunda presencia
¿Qué es la esperanza?
Hemos recordado lo vivido por María para no idealizar aquel momento. Si vivimos este sábado ya desde el domingo podemos perder la fuerza de la palabra esperanza. «La esperanza no es el optimismo, no es aquella capacidad de ver las cosas con buen ánimo y seguir adelante. No, eso es optimismo, no es esperanza. Ni la esperanza es una actitud positiva frente a las cosas. Esas personas brillantes, positivas… esto es bueno, ¡eh!, pero no es la esperanza. No es fácil entender lo que es la esperanza.
La esperanza es como volver a echar las redes para volver a pescar. El Papa Francisco utilizó esta imagen en su reflexión para exhortar a la gente a vivir «en tensión» hacia el encuentro con el Señor. No se trata de esperar con los brazos cruzados, sino en activa tensión. En caminar hacia la esperanza, por decirlo así.
La esperanza es vivir en tensión, siempre, sabiendo que, en cierto modo, Dios cuenta con nuestra libertad y nuestro amor para hacer su reino realidad. Es vivir con esta tensión activa, volver a echar las redes, aunque parezca que no tiene sentido. Si un cristiano pierde esta perspectiva, su vida se vuelve estática y las cosas que no se mueven se corrompen. Al cristiano que no es capaz de estar en tensión para echar las redes de nuevo, le falta algo: terminará corrupto. Para él, la vida cristiana será una doctrina filosófica, una idea bonita, poética, la vivirá así, dirá que es fe pero sin esperanza no lo es.
- Esperando junto a María
“Junto a la cruz de Jesús Estaban su madre Y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás Y María Magdalena”
María Magdalena es la imagen de la mujer de su tiempo y de la mujer de hoy, víctimas de: marginación, violencia, explotación, abuso, desprecio…, Jesús la miró, la levantó y con su misericordia, hizo de ella una mujer nueva y le reveló lo más grande, que es el misterio de la resurrección, haciéndola apóstol de los apóstoles.
Tendríamos que interrogarnos cómo está nuestra esperanza… quizá, como está nuestra fe en Jesús… ¿Nos encontramos de verdad con él? ¿Mi esperanza se basa en un encuentro con Jesús en la oración, en la historia, en los pobres, en los hermanos en las hermanas, en la fraternidad, en la sororidad…? El encuentro con Jesús es la Esperanza. Jesús es la Esperanza.
Pero esta esperanza no excluye al dolor, ni la confusión. La esperanza no es que todo va bien o que todo se va a arreglar.
¿Cuál es el secreto de María en este momento de dolor y de espera? ¿Por qué María es capaz de guardar la esperanza cuando humanamente parece que todo ha terminado? ¿Qué lo que sostiene a María en este momento de confusión, de dolor, de espera misteriosa? ¿Qué la mantiene a flote? ¿Qué la convierte, también en estos momentos, en colaboradora en el plan redentor de Cristo?
– María no se queda en lo superficial. No evade la situación. Contempla la realidad, la realidad le contempla a ella… se deja interpelar por ella. Porque en la realidad, en la historia, está el Dios que ella ha descubierto.
– Tampoco se encierra en sí misma, en su tristeza. No cede a la melancolía, a los sentimientos de amargura y nostalgia. Está sola pero no encerrada.
– María confía y no se deja traumar por el HOY tan oscuro que vive.
– María no busca culpables. No podemos imaginar en María el más mínimo sentimiento de rencor, de venganza, hacia los que han provocado esta injusta situación.
– María se fía de Dios Porque su vida, de verdad, es un fiat, es un hágase. Su corazón ha descansado siempre en Dios. Por eso está llena de Él. No entiende, pero se fía. Porque tiene experiencia de ese Dios ¿Tenemos nosotros la experiencia tal de Dios que nos hace fiarnos y confiar en todo momento? Sabe que sólo Dios escucha y responde. El Papa Benedicto XVI en su encíclica Spe Salvi n.32 dice: «Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme, El puede ayudarme».
El secreto de María está en esa actitud que de Ella nos repite el evangelio: María lo guarda todo y lo medita en su corazón. Esta es la constante de su vida. El Evangelio nos transmite muy pocas palabras de María, pero nos presenta en cambio muchos silencios: María escuchando, María contemplando, María esperando, María presente, acompañando a su Hijo. En la vida de María, hay un espacio sagrado en el que sólo están Ella y Dios. Y este espacio es el núcleo, es el corazón, es el motor, es el sagrario de su vida. Ahí encuentra su refugio, su luz, su fuerza, su centro, su eje. Ahí vence María todas las oscuridades, los dolores e incertidumbres. No es un callarse, ni cerrarse en los propios pensamientos, cavilaciones, sentimientos. Es el espacio en el que Ella se ABRE a Dios. Es el ámbito al que lleva todo y ahí lo procesa, lo asimila, lo acepta.
- Madre de los crucificados
Y como para María, Dios es el espacio en que se abre al mundo, en el crucificado quizá pudo reconocer a todos los sufrientes. Ahora nos toca a nosotros unirnos, de la mano de María, en este sábado santo y mirar a tantos hijos de Dios crucificados. Tanto dolor personal y social: los olvidados de todos, los llenos de miedos, los oprimidos por problemas económicos, los enfermos sin esperanza, los fallecidos por el Covid, los cansados de vivir, los privados de libertad, los condenados a muerte, los que perdieron un ser querido…
María espera en Dios, espera en Jesús porque es lo que ha hecho siempre en su vida. En el magníficat, María reconoce que Dios “se ha fijado en la humildad de su esclava”. Esto no es un mero constructo poético. María es la esclava humillada. Porque era esclava y porque era humillada por la sociedad que le tocó vivir.
- Vecina de un poblado pobre
María pertenece a un pequeño pueblo del norte de Israel, llamado Nazaret. De este poblado se sabe que era un lugar pobre y de poca importancia en el mundo judío. Y en un territorio pobre, solo puede estar poblado por habitantes pobres. Considerados inmundo, sus vestidos contaminan los de las personas piadosas, se piensa que son incapaces de observar los preceptos religiosos y su testimonio no es aceptado.
- María, madre adolescente
María tendría unos dieciséis años cuando quedó embarazada por obra del Espíritu Santo. Esta jovencita, niña a los ojos de nuestra cultura y época, pronto se tuvo que ocupar, además de cuidar al bebé, de los trabajos de la casa y de algún otro oficio. Por los versos finales del libro de los Proverbios del Antiguo Testamento sabemos que la imagen ideal de la mujer hebrea, no sólo incluye su cuidado de la casa y de la familia; también se resalta su contribución al mantenimiento: teje sábanas y las vende, provee de cinturones a los mercaderes (Prov 31,24).
- María y sus relaciones familiares
Las relaciones familiares en casa de María no fueron nada fáciles. Por una parte, Jesús no tenía una buena relación con sus familiares más cercanos a los que no recibe cuando van a buscarle porque consideraban que con sus palabras y obras estaba poniendo en riesgo a toda la familia (Cfr. Mc 3,31-35). Esta ruptura entre Jesús y su familia queda todavía más patente en el último instante de su vida, cuando en la cruz entrega a María al discípulo amado. Para el teólogo judío es prueba clara de que las relaciones de Jesús con su familia estaban completamente rotas, de otra manera, no se entendería que entregara a María a uno de sus discípulos y no a un miembro de su verdadera familia. Con esto daba a entender que, para Jesús, no había más familia que la de sus seguidores.
- María, mujer sin formación
— ¿De dónde sacó éste tales cosas? —decían maravillados muchos de los que le oían—¿Qué sabiduría es ésta que se le ha dado? ¿Cómo se explican estos milagros que vienen de sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María y hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están sus hermanas aquí con nosotros?” (Mc 6, 1-3).
Jesús sorprende a sus propios vecinos, los que le han visto correr de niño y ayudar a su padre en el trabajo familiar. Los que le han conocido de pequeño y le han visto crecer, se asombran no solamente de su sabiduría sino de que el hijo del carpintero y de María sea capaz de hablar con esa autoridad. Se nos descubre a María como una persona anónima que no se encontraba entre las grandes mujeres de su época. Es la sencilla, humilde y poco ilustrada mujer sobre la que no cabe un hijo con tanta sabiduría. Sus vecinos tenían claro que no fue ella quien le transmitió tal sabiduría y tal fuerza al hablar.
- María, mujer pobre
Recordando el pasaje en el que José y María, embarazada, buscan lugar para pasar la noche, llama la atención no solo que la pareja no tuviera nada de dinero para pagar un alojamiento, sino que no hubiera nadie que mostrara compasión para abrirles un espacio en el que guarecerse, teniendo en cuenta su situación. Esto se entiende al comprender que aquellos dos forasteros eran pobres de solemnidad y la pobreza conlleva rechazo. Los términos que se utilizan en el Evangelio significan indigencia material, fruto de la explotación por parte de los ricos, a quienes la legislación del Antiguo Testamento imponía un freno.
- María, mujer esclava
Todo lo anteriormente descrito es suficiente para hablar de María como mujer oprimida, que fue víctima de la violencia. Violencia de género y violencia por asesinato de su hijo. Sin embargo, se pueden enumerar más razones que subrayen la marginación en María. En su tiempo, la mujer estaba social y religiosamente discriminada, primero por no estar circuncidada y no pertenecer por tanto propiamente hablando a la alianza con Dios; luego por los rigurosos preceptos de purificación a la que estaba obligada debido a su condición biológica de mujer; finalmente, porque personificaba a Eva con toda la carga peyorativa que esto suponía.
No era ningún privilegio ser mujer en la Galilea del siglo I. Las mujeres, y María entre ellas, eran consideradas más cosas que personas. En un primer momento estaban sometidas totalmente al padre, antes del casamiento pactado, y después, al marido, que las trataba más como esclavas que como esposas. En el matrimonio, el marido solo estaba obligado a mantener a su mujer. La fidelidad era cosa aparte. Así como la mujer no podía ser infiel con otros hombres, el varón podía estar con otras mujeres, siempre y cuando no estuvieran casadas. El derecho al divorcio solo estaba permitido para los hombres.
- María, mujer marginada
La mujer no participaba de la vida pública en el ámbito social. Debía taparse el rostro y la cabeza con un velo al salir de casa, sin hablar con otras mujeres, ni llegarlas a mirar si estas estuvieran casadas. Para los hombres se consideraba vergonzoso hablar con las mujeres públicamente. En el ámbito religioso no tenía derecho a estudiar la Toráh., ni a entrar en las partes más sagradas del templo, ni participar de la liturgia en las celebraciones.
A pesar de todo esto, María está llena de Dios, reconoce y conoce a Dios en su vida y Dios le confiere una libertad radical. Porque se siente libre en Dios rompe sus cadenas de esclava y visita a otra esclava, su prima Isabel. Esa visita a toda prisa, esa carrera hacia la casa de su prima, sin pedir permiso a José, es un acto de rebeldía, de profunda libertad. Porque aquella esclava que tenía que pedir permiso para todo, ha entrado en profundo encuentro con el Dios que, en la anunciación, le ha pedido permiso a ella para formar parte de humanidad en su hijo Jesús. María lo guardaba todo en su corazón.
Por eso, los débiles y excluidos, los pobres y marginados, los pobres de espíritu o como decía Ellacuría, los pobres con Espíritu, son capaces de descubrir que la muerte no tiene la última palabra. La cruz no es el final del camino. Los muros y las verjas y las vayas con alambre de espino y púas, repletas de concertinas no son reflejo de la verdadera humanidad, las mafias que trafican con la vida de tantas personas, algunas ahogadas en el mediterráneo, otras siendo asesinadas, por ejemplo, en la frontera entre México y USA para comerciar con sus órganos, las organizaciones mafiosas que trafican con menores como objetos sexuales… todo ese mal, no tendrá la última palabra.
En medio de tanto mar de muerte, se levantan siempre islas de vida, que ofrecen una vida tal que es incapaz de morir, aunque los maten o mueran.
Por eso decíamos que la esperanza es activa. Es la esperanza en lucha, es sacar de nuevo las redes ya casi recogidas por el desaliento de todo el día trabajando en balde, y volver al mar a echarlas de nuevo. Es una lucha decidida y esperanzada, en unión con el Dios de la vida.
María, abierta al Espíritu, nos enseña otro camino. Ella sí sabe mirar. Dios, que ha salvado a los pobres, no puede dejar que la muerte sea el final. La esperanza nace de saber de quién nos hemos fiado: tener los ojos para ver la fuerza de la Vida, ver cómo se abre paso, saber distinguir sus señales en medio del desierto. Contemplando hoy a María, podemos descubrir lo que significan: permanecer, acoger y esperar.
- María es la mujer que permanece. Al contrario que la mayoría de los discípulos, que huyen y abandonan, quizá por el miedo, quizá pensando que todo había terminado… Sin embargo, ella permanece. “Permaneced en mi amor”,había dicho Jesús. Solo permaneciendo junto a Jesús, también al pie de la cruz, somos capaces de dar fruto.
- María es la mujer que acoge. Acoge el cuerpo muerto de su Hijo, igual que en su momento acogió su vida incipiente. Acoge todas las realidades de muerte, acoge la luz que fue recibiendo de su Palabra, igual que ahora acoge la oscuridad de ese momento doloroso. Acoger… lo que viene y como viene… confiando que Dios sabrá hacer algo con todo ello.
- Y María es la mujer que espera. Frente a toda desesperanza. Porque no siempre los tiempos de Dios coinciden con nuestros tiempos.
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