Hoy tenemos una celebración conjunta siguiendo el hilo conductor de la pascua, la idea de «redes». Las redes que usaba el evangelio de Juan para acogernos a todos, en la pesca milagrosa . En la Resurrección de Jesús todos quedamos abrazados en las redes de 153 peces grandes. 153 que simboliza totalidad más perfección. Todo el mundo cabe en esta red.
Aunque hayamos vivido momentos duros, en los que parecía que estábamos aislado manteníamos la red, manteníamos la unión, en Dios manteníamos la relación de comunidad. Y así hacíamos presente el Reino de Dios.
Hoy, después de 50 días de celebrarlo llegamos al momento de Pentecostés. Momento de salida, que coincide con el momento de empezar a vivir una nueva realidad, que no puede ser exactamente igual a la que fue. Y eso es una oportunidad.
Silvia ha creado una imagen que resume todo de un solo vistazo.
Algunas cosas de esta imagen que nos pueden resonar
- La Resurrección. El relato de Pentecostés que hemos leído en la segunda parte del evangelio de Lucas, en lo que llamamos los Hechos es un relato de Resurrección. Es un relato de puerta abierta, de tumba vacía, de luz, de salir fuera. Nunca en los relatos de resurrección la gente lo vive sola. Son relatos de comunidad. Juntos vemos al resucitado. Por eso también Pentecostés es una celebración que hemos querido hacer en red. Porque juntos vemos al Resucitado, juntos vivimos la experiencia de recibir el Espíritu.
- En esta imagen hay brasas. Hay algo que está latiendo. He venido el invierno, ha venido la noche, pero en la chimenea han quedado las brasas, no se ha apagado el fuego. Hemos vivido momentos duros, pero quedan las brasas que, con el soplo del aire, vuelven a provocar el fuego. Y con el fuego la luz, se intuye el amanecer. Se intuye una nueva vida, una nueva oportunidad.
Desde la experiencia de la resurrección, juntos, caminamos hacia un nuevo día, las brasas vuelven a crecer.
Algunos subrayados en el texto
Estaban todos reunidos. Toda la comunidad. Esto no lo recibe cada uno en su casa ni en silencio. Juntos, en el esfuerzo de encontrarnos aparece la fuerza. Reciben del Espíritu como un viento impetuoso, como unas lenguas como de fuego (en el doble sentido de llamita y de lengua que abre la Palabra, que multiplica la Palabra) y todas las naciones. Como en la experiencia de la pesca milagrosa “todo el mundo”, queda bajo la llama del Espíritu, cada uno en su propia lengua, sin que se pierda la diversidad.
¿Qué significa todo esto?
¿Estamos locos, estamos borrachos o esta es una oportunidad única, un Kairos?
Al contemplar Pentecostés desde el marco de la sabiduría cristiana y de la sabiduría de la historia de la salvación, ya en el AT este día es especial.
Para nuestros hermanos judíos y para toda la tradición del AT es un día especial porque es 50. Y 50 no es un número cualquiera. Según el Levítico es el día del JUBILEO, el día de Júbilo. En la forma que tiene la Biblia de usar los números, 50 es 7×7+1, el culmen de la perfección. El día de la perfección máxima es el día del perdón, el día del jubileo (perdón total en el año de gracia del Señor). Cada 50 años todo el pueblo de Israel se reunía para que todas las deudas fueran perdonadas y se pudiera empezar de nuevo. Lo que predica Jesús, la propuesta de Jesús es esta, ya estamos en el año del júbilo. Ya estamos, no sólo en un año, sino que toda la historia es el año de gracia del Señor, este es el Reino de Dios. Todo puede ser nuevo en Dios. Este es un día especial, un día que la tradición judía y la tradición cristiana que nace de ella toma y subraya como algo muy importante.
Este día era una fiesta. Una fiesta judía que se sigue celebrando, la fiesta de las primicias. La fiesta donde celebrar y dar gracias por los primeros frutos que ofrece de nuevo la tierra. Además, Israel recuerda el día en que Dios ha dado a Moisés la Ley. Es la fiesta en la que un nuevo Pueblo se reúne en el desierto. En Pascua compartíamos la idea importantísima de que Dios habita el en desierto, habita en la penalidad. En ese desierto, ese pueblo recibe la Ley, que le organiza como un nuevo pueblo. Un pueblo que no se une por la sangre, por el linaje, es un pueblo unido por la Justicia y la Libertad. Dios habita en el desierto y Dios nos señala que cumpliendo la Justicia y la Libertad hay un nuevo amanecer. Vuelve la vida.
Hoy celebramos que es tiempo de un nuevo pueblo. Dios nos llama a ser un nuevo pueblo. Nuestra vocación, todos, tenemos la vocación de ser un pueblo nuevo. Un pueblo donde la gente nos mira y sepa que merece la pena salir y construirlo. Sabemos que hay conflictos y dificultades, que el desierto continúa, pero ahí nos comprometemos, comprometemos nuestra vida para ser un nuevo pueblo.
En el NT se recoge esta tradición del AT y le dota de una nueva profundidad desde el relato de Resurrección. Veamos los relatos de Resurrección. En los sinópticos es el grupo de mujeres, Juan personaliza en María Magdalena porque le gusta personalizar los grupos, pero es un grupo de mujeres las que ven al Resucitado. En Emaús son 2, el mínimo comunitario, y cuando parten el pan le pueden ver. Pablo en Damasco queda ciego y cuando llega a la comunidad puede abrir los ojos y ver. En el relato de Tomás es muy claro. Tomás no está con los 12, Tomás no puede ver; Tomás está con los 12, a Tomás se le abren los ojos y ve al Resucitado. Y cuando ven, salen de la tumba, salen del miedo. Como en Emaús, vuelven a Jerusalén. Ver al Resucitado, vivir la experiencia de la resurrección es salir de la tuba, salir del miedo. Juntos vemos, juntos salimos. Esta es la experiencia del Reino, vivir la fraternidad. Pese a ser personas de diferentes edades, en lugares distintos, con trayectorias distintas, con culturas distintas estamos unidos en una profundidad más grande. La profundidad de Dios, la fraternidad que nos une. Esto es el Reino, esta es nuestra vocación, crear esta red comunitaria en la que el mundo pueda ver cuál es el destino que Dios quiere para la humanidad. Juntos vemos, juntos podemos salir fuera.
Por eso 2 grandes imágenes:
- Pneuma (aliento vital) Esta palabra griega traduce el concepto profundo teológico hebreo de la Ruah de Dios, “la aliento” de Dios. El Génesis nos dice con una carga de profundidad teológica enorme que estamos hechos a imagen de Dios: somos del aire interior de Dios. Estamos hechos de las entrañas de Dios, de aquello que alienta a Dios.
Pentecostés nos dice que estamos llamados a no olvidar lo que ya somos: somos soplo de Dios. Estamos llamados a reordenar la realidad, a reorientarla hacia aquello que siempre debió ser. Este es el día del Señor, es posible el cielo. Incluso en medio de nuestra frustración, de la conciencia de nuestros límites, es posible el cielo.
- Lenguas de fuego. La Palabra es la que crea. Emitir la Palabra es recrear al pueblo. Decir Palabra es decir energía, es crear algo. En el desierto una de las fuentes del Éxodo ponía a Dios como una columna de fuego que guiaba al pueblo.
Soplo, lenguas de fuego, Dios con nosotros. Dios nos eleva y nos ayuda a recrear el mundo. Nos llama a hacer que el mundo sea lo que está llamado a ser.
No podemos quedarnos dentro, necesitamos salir porque el mundo nos llama, porque Dios nos empuja a proclamar que está vivo y vivo para siempre.
La tradición
La tradición une Pentecostés con 7 dones, 7 (perfección) y 12 frutos del Espíritu Santo porque el fruto de estar en Dios, de ser quienes somos , de sostenernos en aquel que nos conforma hace que brote frutos para la totalidad, 12. Podemos llenar todo de vida.
Nadie puede tener en sí mismo los 7 dones de manera constante y no podemos dar los 12 frutos. Juntos, sí. Poniendo nuestros dones, los que cada uno tiene, en Dios y poniéndolos juntos, sí podemos hacer visible el Reino, sí podemos ver que se producen los frutos del Espíritu. Así somos imagen del Dios trino.
A veces hemos hecho un cristianismo tremendamente individual, yo con Dios, pero cuando llega el Espíritu, verdadera presencia de Dios nos saca hacia fuera, nos une al otro.
Por eso nos oyen hablar en todas las lenguas. Se acaba la torre de babel. Hay un paralelismo con la torre de Babel. Cuando el ser humano opta por cerrarse en sí mismo, en su ego, por demostrar que él sólo puede ser Dios, llega la dispersión, la ruptura, no nos entendemos. Cuando llega el Espíritu sucede justo lo contrario. Sin perder la diversidad nos entendemos todos. El relato destaca la pluralidad, cada uno oye en su lengua. Esta es la clave del Espíritu, la clave de Dios, la universalidad. Sal fuera. Juntos estamos unidos en el único lenguaje que nos conforma, el lenguaje de Dios. Sal fuera, ya no hay fronteras. Hay un solo corazón. En este momento que hay una catástrofe que nos une a todo el mundo podemos recalcamos que nos sentimos unidos y solidarios con todo el mundo.
Dios espíritu nos alienta a ser el nuevo pueblo que quiere renovar la vida. Esta es la llamada de pentecostés. Y esto es para CELEBRAR.
Pauta del día.
La pauta del día es Celebrar a Dios. Estamos alentados a salir, a vivir el Jubilo, a renovar la vida, a crear la fraternidad universal, a saber, que SIEMPRE HAY UNA NUEVA OPORTUNIDAD, juntos formando el Pueblo del Espíritu. Entonces verán, ayudaremos a que el mundo vea que en un mundo fraterno se hacen presentes los 7 dones y los 12 frutos. Juntos vemos al Resucitado. Claro que nos queda desierto, pero es un desierto alentado. Un desierto en el que Dios nos sigue dando “el maná”, nos sigue sosteniendo con el agua de la roca.
María de Nazaret camina con nosotros. Salgamos rápidos a una nueva tierra. Vivamos la llegada del Espíritu como la vivió María en la anunciación. No se queda metida en casa. Inmediatamente sale al encuentro de Isabel. Esta es la espiritualidad cristiana, esto es a lo que Dios nos llama hoy.
Somos juntos, en comunidad, en relación porque nuestro Dios es relación. Y así, juntos celebramos.
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