Hoy comenzamos nuestros encuentros pascuales de la mano de Silvia Martínez Cano y Chema Pérez-Soba. No queremos que sean charlas sino encuentros ya que son los ENCUENTROS los que nos hacen presente a DIOS, además del silencio, el desierto y otras muchas cosas.
A lo largo de esta Semana Santa tendremos como hilo conductor, además del lema «Testigos Ahora» una lectura de resurrección: la pesca milagrosa del evangelio de Juan. Cuando parece que está de noche, cuando no tendría que haber pesca, cuando la situación es muy complicada Jesús les dice “echad la red” y salieron 153 peces grandes. Todo queda recogido en la red.
Nosotros queremos entrar en la RED de Dios, en la red de Jesús de Nazaret y hacer, entre todos, una gran RED. Esto es ser Iglesia y crear Reino.
Para profundizar en el sentido de estos días cada día tendremos una imagen y la Palabra. La imagen, creada por Silvia, será una invitación a profundizar la Palabra.
La imagen que nos regala para este domingo nos quiere transmitir dos ideas, principalmente:
- Es una imagen de un pueblo que camina, mucha gente caminando juntos. No solo no estamos solos, sino que tomamos conciencia de ser una red, somos un pueblo y un pueblo en camino. La imagen que está detrás es la imagen del pueblo de Israel caminando en el desierto. La lectura del domingo de Ramos nos coloca en un pueblo que aclama, y que aclama juntos.
- Y este pueblo aclama hacia la ciudad, hacia la Jerusalén celeste, camina hacia un horizonte por construir. Hay un lugar al que ir y el espacio por el que ir es Jesús, el Cristo. En esta imagen Jesús es la puerta, el es el umbral por el que pasar. En los relatos de Cristo nos encontramos con Dios que nos sostiene, en él somos hermanos, y nos hace tomar conciencia de ser un pueblo, una enorme red que conecta no sólo a toda la Iglesia sino a toda la humanidad en ser filiación de Dios. Somos de los genes de Dios. En el horizonte aparecen unas luces que son como las luces del amanecer. En nuestra fe la experiencia que vivimos desde Jesús, es la experiencia de una esperanza. La esperanza cristiana nunca ha sido fácil, porque es una esperanza que pasa por la Cruz, que mira cara a cara al dolor, al conflicto y a la dificultad. Y sin embargo hay esperanza. Ahí somos un pueblo que cruza el desierto a través del umbral de Cristo hacia la esperanza. Compartimos la esperanza. Al final Dios vencerá a la muerte.
La Palabra, Mt 21, 1-11, la entrada de Jesús en Jerusalén montado en un borrico, nos presenta algunos símbolos y signos importantes que hoy se nos pueden escapar.
- “Para que se cumpla el oráculo del profeta”, es lo primero que nos puede llamar la atención. La primera parte nos quiere decir que lo que va a suceder va a ser un signo profético. La entrada de Jesús en Jerusalén es un auténtico signo profético que la gente reconoce y sale al encuentro de Jesús. La gente tenía en la cabeza el oráculo del profeta (ZA 9, 9-19) “Alégrate sobremanera, hija de Sión. Grita exultante hija de Jerusalén. He aquí que viene a ti tu rey, justo y victorioso, humilde, montado en un asno, en un pollino, hijo de asna. Extirpará los carros de Efraím y los caballos de Jerusalén, y será roto el arco de guerra, y promulgará a las gentes la paz, y será de mar a mar su señorío y desde el río hasta los confines de la tierra”. Por eso reconoce el signo. Tenían esa imagen y reconocen en Jesús que el Reino ya está aquí. Los que reconocen este signo no son los sacerdotes ni levitas sino los anawin, los pobres de Yahvé, los que se sienten necesitados de salvación, los que caminan en el desierto. Los que esperamos una esperanza que no es fácil, los que sentimos que hemos tocado nuestra limitación y nuestros límites y sentimos que Dios está ahí, sosteniendo esa limitación. Los que ya tienen la salvación, los que se han salvado a sí mismos no son capaces de reconocer este signo.
Mateo quiere subrayar tanto esta idea que le monta en dos cabalgaduras para que se cumpla exactamente lo que decía Zacarías. Para dejar constancia de que es un signo profético de Jesús. Por eso la aclamación que hace el pueblo es “Hosanna”, que el pueblo no utilizaba como aclamación, sino como petición de salvación. En el ámbito cristiano cambia el sentido de la palabra “Hosanna” de petición a júbilo, por eso de petición pasa a un momento de júbilo. “Hosanna” al verdadero hijo de Israel, aquí está la salvación de los anawin. Por eso inmediatamente después Mt añade la expulsión de los mercaderes del templo. La imagen de Dios de Jesús chocará con la otra imagen de Dios, de los que están en el templo.
- La subida a Jerusalén. El segundo elemento es que Jesús siendo Galileo fuese a Jerusalén. Jesús tiene su red en Galilea y entrar en Jerusalén es entrar en un lugar sumamente peligroso, en el lugar donde gobierna el Sumo Sacerdote. Jerusalén es una ciudad santa donde el control del día a día la lleva el Sumo Sacerdote, el que menos interesado está en que aparezca realmente el Reino de Dios.
Jesús tiene que subir a Jerusalén (Mt 23, 37) “¡Jerusalén, Jerusalen, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados! ¡cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus pollos bajo las alas, y no habéis querido!”
Cuando Jesús sube a Jerusalén sabe que es un riesgo, que se está jugando la vida, sabe que apedrea a los profetas. Y Jesús asume y mira cara a cara el conflicto porque el Reino implica ser de otra forma. Aceptar el reino es ponerse humildemente de pie y decir, “mi vida es la fraternidad universal porque es la vida de Dios”. Por eso toda nuestra existencia es misión, vivir como vivimos, es misión. Por eso la misión cristiana no acaba jamás. El misterio de estar unidos en oración, que estos días lo decimos más que nunca y es radicalmente verdad, eso es misión. Y este pueblo, este pasar por el umbral de Jesús se fragua en el desierto. A veces hemos convertido la entrada de Jesús en Jerusalén como el momento de triunfo, pero Jesús sabe a dónde va, “a la Jerusalén donde todos los profetas han muerto”. Jesús afronta el conflicto y afronta el dolor. La esperanza cristiana no es creer que todo va a ir bien fácilmente, es una ESPERANZA, porque sabemos que TODO, al final, acabará bien, por DIOS.
Subir a Jerusalen es ser consciente del dolor del mundo, nos unimos en el dolor inevitable y nos comprometemos a luchar con la injusticia evitable. Siendo conscientes del desierto, también somos conscientes de los albores del amanecer porque sabemos de quién nos hemos fiado. Hoy es un día único, diferente. Ahora es el momento de pasar el umbral. Nos invitamos a celebrar la pascua. Que no se nos escapen estos días porque merecen la pena.
Escuela de espiritualidad
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