Carlos Sánchez Camacho es natural de Albares, un pequeño pueblo de la Alcarria. Actualmente trabaja en el Centro Universitario Cardenal Cisneros en Alcalá de Henares. Carlos es un laico vinculado de la Provincia y pertenece a la comunidad de Fourvière de Guadalajara, que es la ciudad en la que vive. En la actualidad, participa de la Comisión de Vida Marista. Una versión de esta entrevista fue publicada en el encarte de la Provincia Ibérica en Maristas Siglo XXI (n. 54, marzo de 2016).
¿Cómo empezaste en maristas?
Mi historia es atípica por varias razones. La primera porque conocí a los maristas a los veintidós años; la segunda porque mi primer contacto con el carisma marista fue a través de un laico. Corría el año 2006. Ese año para mi fue un año de toma de decisiones: después de un largo tiempo de discernimiento, dejé el seminario mayor de Sigüenza y comencé una nueva vida. La siguiente decisión fue plantearme: y ahora, ¿qué? Desde muy pequeño soñaba con ser educador y, gracias al apoyo de una gran amiga, opté por seguir ese sueño. En un principio pensé en estudiar magisterio en la universidad pública. ¡Cuál fue mi sorpresa cuando llegué a echar la matrícula y me dijeron que no tenía plaza! Me llevé una gran desilusión. No tenía trabajo y no podía pedir más dinero a mis padres. Encontré trabajo como auxiliar de educador social. Eso me posibilitó el poder estudiar en una universidad privada. Hacía tiempo, me habían hablado de la “universidad de los maristas”. Sin más, me matriculé allí con la idea de irme al curso siguiente a la pública. Pero no todo sale como lo planeamos. Hay veces, hay muchas veces que hay que dejar las cosas en las manos del Padre y él te acompaña por caminos que ni por un segundo sospechabas. Ese primer año se convirtió en un segundo, en un tercero y hasta el día de hoy. Empecé como estudiante. Al año me ofrecieron una beca para colaborar en la Comisión de pastoral. Cuando terminé la carrera, me ofrecieron media jornada con el compromiso de retomar mis estudios teológicos. Así lo hice, y dos años más tarde comencé a trabajar dando algunas clases de la DECA y ayudando a desarrollar el proyecto de pastoral. A día de hoy continúo trabajando en casa, porque para mi la “Escuela” es mi casa.
¿Qué te enganchó al estilo marista?
Como he dicho, conocí a los maristas a través de un laico: Chema Pérez- Soba. Fue mi profesor de la DECA durante mis estudios de magisterio. Él nunca comprendió por qué no me convalidaba esas asignaturas, ya que tenía la carrera de teología a medias. La razón fue sencilla: por fin una persona me hablaba de Dios desde un lenguaje que era comprensible por cualquiera; me hablaba desde la propia experiencia; me describía a Dios con los mejores atributos que se pueden decir de un Padre y de una Madre. Con él “redescubrí” al Dios cristiano. Y no sólo eso, él me transmitió la experiencia y la vida de una fe que no se agota, que no se retiene, sino que se comparte.
¿Qué me enganchó al estilo marista? El propio carisma experimentado en esta persona. Su sencillez en sus palabras y en sus actos; su presencia entre los jóvenes estudiantes. Para nosotros era un referente, era “el maestro”; su amor al trabajo: siempre estaba dispuesto a atenderte, a ayudarte, a escucharte. Con él descubrí una Iglesia con rostro mariano. Una Iglesia en la que el laico era pro- tagonista y no un mero espectador. Poco a poco fui conociendo a más personas que, como él, vivían el carisma de Marcelino desde su vocación concreta: como seglares y religiosos. Me enamoré del proyecto y del carisma. Y poco a poco fui viendo que éste podía ser el lugar para vivir mi fe y mi vocación como educador.
¿Cuál fue tu elección en tu compromiso marista? ¿Por qué?
¿Mi elección? Vivir mi ser cristiano al estilo de Marcelino Champagnat. Ésa es mi elección, mi reto y mi compromiso.
¿Qué es lo que mantiene ese compromiso vivo y vigente en ti hoy?
Por un lado, las personas con las cuales comparto misión. Mis compañeros que, sin ellos saberlo, me enseñan el carisma y la espiritualidad marista desde su propia vida; y, por otro lado, el tener una experiencia comunitaria donde poder compartir vida, fe, espiritualidad y misión en mi realidad local.
¿Qué opinas sobre el trabajo conjunto entre hermanos y laicos maristas?
Creo que es una realidad que fue intuida por Marcelino y que hoy es presente y futuro del Instituto Marista. Juntos, hermanos y laicos, en torno a una misma mesa, vivimos un mismo carisma, cada uno desde su opción concreta; yo como seglar y ellos como religiosos. Estamos viviendo “un nuevo comienzo” y ello está cristalizando en nuevos proyectos, nuevas comunidades donde el hermano y el laico no solo trabajan juntos, sino que comparten espiritualidad, carisma y misión.