Patxi es un joven hermano marista que participa en el equipo provincial para acompañar especialmente el itinerario de vinculación. Patxi siempre se ha sentido muy a gusto entre los jóvenes a los que ha acompañado en grupos y también personalmente. Le hemos solicitado que nos comparta cuáles son sus sentimientos en esta misión.
¿Qué te hizo participar de este equipo de acompañantes?
La invitación a participar en este equipo me llegó con gratitud. La verdad es que acompañaría igualmente de estar en este equipo o no, pero entiendo que vivir el acompañamiento como equipo da una dimensión nueva y distinta a la labor individual que cada uno desarrolla.
¿Cuál es la labor que realizáis?
Los encuentros del Equipo de acompañantes para el laicado marista son online o presenciales, estos últimos, habitualmente en la casa marista de Miraflores (Burgos) por ser punto intermedio de nuestras geografías. Allí ponemos en común lecturas, reflexiones y lo que venimos trabajando en el ámbito local o zonal. Los encuentros tienen una parte vivencial (oración, encuentro) y otra, más objetiva, en torno al acompañamiento y a las personas que en la provincia marista Ibérica quieren vincularse como laicos maristas o quieren avanzar en su proceso.
El objetivo fundamental de nuestra labor se centra en acompañar a personas que desean iniciar el recorrido para ser laico marista, culmine el recorrido en esta figura o no, ya que el acompañamiento toma carne propia como recorrido personal y cristiano.
En el entretanto, cada cual es agente de acompañamientos individuales, invitaciones, encuentros locales de oración y diálogo para su sensibilización, Grupos Maristas de Encuentro y de referencia marista en cada localidad… Mucha escucha a quien está creciendo, y de atención al que explícitamente pide iniciarse.
¿Cuál es tu opinión sobre el hecho de acompañar a otros?
De entrada, la invitación a compartir la experiencia de acompañamiento es fundamental. Un equipo de acompañantes que reflexionan y llevan a la práctica juntos una manera de acompañar, junto a personas de distintas edades, formación, recorrido… creo que es una experiencia singular porque el compartir desborda siempre las expectativas iniciales. No se trata sólo de que uno haga acompañamientos exitosos, sino de aprender en equipo la riqueza de ser acompañante marista, siendo acompañante y acompañado simultáneamente.
Acompañar a otros, en mi caso, se centra en jóvenes de veinte a treinta años y aprendo estando con ellos, escuchando, no teniendo prisa en que el acompañado encuentre respuestas antes de tiempo. Normalmente, el contacto con la realidad, la experiencia de la gratuidad y la definición del itinerario personal en sus dimensiones más costosas: la afectividad, la oración, la opción de vida y su ritmo personal y comunitario… Todo ello configura un todo de seguimiento en el que el acompañado expresa ilusiones, dificultades… relato de vida, que él o ella decide compartir a otro.
Tú experiencia personal de ser acompañado, qué valoras, qué te aporta, lo que te motiva…
Siendo acompañado noto una comunicación entre los dos que es tranquila, idónea: veo que el acompañante no tiene prisa en que llegue a conclusiones inmediatas, ni me habla para que responda como una encuesta. Como acompañado puedo centrarme en mi vida, sin que nadie me diga ‘bien’ ni ‘mal’, encuentro la manera de llegar a la bondad o maldad de mis acciones por la confrontación y discernimiento, por la verdad en la confrontación de las decisiones que tomo. Siendo acompañado a veces es duro porque encuentro que hay cosas que quiero pasar de puntillas, pero una vez que entro en ellas, da mucha paz saber que todo va tomando otro color.
Entiendo también que hay veces que solo quiero ser acompañado en algunas dimensiones de mi vida, así lo hago saber a quién me acompaña, y de esta manera incido en lo que más me preocupa.
Para mí, el acompañamiento es una experiencia gratificante por la gratuidad que muestra que ambos vivimos en la misma clave, como ese diálogo entre Jesús y los discípulos de Emaús que hacía “arder” sus corazones.
¿Qué frase o palabra definiría tu experiencia de acompañamiento?
Acompañar significa respetar y atender al ritmo de cada cual. Acompañar es mirar juntos la presencia del Espíritu que vive en el encuentro. Acompañar es decir siempre que la persona es primero.
Ser acompañado supone dejarse encontrar, cruzar el puente de uno mismo para conocer y valorar que Dios está vivo y sólo se percibe estando despierto.
¿Qué dirías a alguien que no conoce esto y se lo está planteado?
De entrada, no asustarse porque todo sucede paso a paso. Cada uno cultiva su itinerario en función de su tiempo para decidir que ser laico marista, o lo que uno decida ser, lleva un camino personal y de fe. Hay ocasiones en los que uno quiere un producto y lo quiere hecho bien y rápido. Aquí esto no sucede así. El tiempo para estar con uno mismo y el discernimiento lo pone uno mismo; el acompañante ayuda a situar dentro del marco de unos tiempos, para no eternizarse en las decisiones, pero nunca más rápido de lo que el acompañado necesita.
Algo que quieras contar de los encuentros del equipo, de lo que compartimos, o hemos realizado…
Lo que compartimos va dejando poso; es una manera de ver la realidad distinta porque la realidad provincial es amplia y tenemos estructuras semejantes pero en cada localidad, se encarnan en realidades distintas. La verdad es que cuidamos las diferencias, pero intentamos no olvidarnos que lo común, lo más propio que mediamos este Equipo es la llamada de Jesús, individual, fraterna, vital a quien en libertad siente y vibra por su llamada, desde el carisma marista.